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Esa inteligencia inquieta


Desde que recuerdo he tenido el instinto de comunicarme, a través de la palabra escrita, de imágenes propias, de imágenes de otros, transformando ideas en proyectos que pudieran llegar a las personas de forma sencilla.

Comunicarnos es algo propio del ser humano, porque desde nuestros comienzos como especie, hemos tenido la necesidad y el instinto de hacerlo. Quizás porque somos seres sociales y necesitamos que nos comprendan y empaticen con nosotros para poder ser, de verdad, seres saludables, mental e intelectualmente hablando.

En los albores de nuestro surgimiento como especie, el hombre se comunicaba mediante gruñidos, pero no le parecía suficiente, necesitaba plasmar sus pensamientos, anhelos y miedos, pintando en las paredes de su morada más oculta, probablemente para hablarle al universo o a los dioses. Si lo hizo, hablar a los dioses me refiero, no lo sabemos, pero dejó su sistema de comunicación para que siglos después, nosotros recibiéramos su mensaje.

Es fantástico ver como el Arte ha seguido evolucionando a lo largo de la historia de la humanidad, en su parte técnica, pero perdura como en sus comienzos como medio de expresión y comunicación sin medida, una comunicación que traspasa las barreras del tiempo.

Podríamos contentarnos con transmitirnos la información de unos a otros, pero además hemos inventado la forma de que nuestro mensaje perdure, igual que hicieron nuestros ancestros con sus pensamientos sin escritura en el fondo de sus cuevas.

El arte y la escritura son los medios de expresión y comunicación que más variedad de soportes han encontrado para perdurar en el tiempo. Y nosotros nos hemos encargado de crear museos, bibliotecas y archivos, centros de documentación o filmotecas, para poder almacenar todo el saber acumulado en nuestras manos.

La comunicación ha pasado por los jeroglíficos, la escritura, las palomas mensajeras, las señales de humo, las señales luminosas o las sonoras, la txalaparta o el cuerno.

Acciones creativas propias de una inteligencia inquieta.

Y esa inteligencia inquieta no puede, afortunadamente, detenerse, asumiendo las limitaciones de la naturaleza de los objetos y los transforma para que cumplan la función de una imaginación sin fronteras: el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión e incluso el ordenador, parecían ser la culminación tecnológica en materia de comunicación, porque transmitían sonidos, imágenes o mensajes escritos, sacando al hombre de su aislamiento e introduciéndole en la comunicación universal.

A estas alturas ya habréis adivinado cuál es la revolución que han establecido en nuestro siglo las redes sociales.

Hasta el momento, la comunicación del hombre por medios técnicos, había sido bilateral, pero nunca, como hasta ahora, había convertido la comunicación en una red, donde millones de usuarios establecen comunicaciones de larga distancia, compartiendo información, visual, gestual, sonora o escrita, y de forma quasi simultanea.

¿No es apasionante la capacidad del hombre para dejar constancia de que existe?

Y tú ¿te sientes heredero de esa inteligencia inquieta? Si has contestado que sí, no lo dudes y comenta o comparte ¡vamos a comunicarnos! ☔

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